sábado, 23 de diciembre de 2023

Sin pelos en la lengua

El lunes participé en uno de esos actos que ocupan un espacio de privilegio en mi currículum no normalizado. Tuve un encuentro con las alumnas y los alumnos del IES Rodríguez-Moñino en el CPR de Badajoz en la presentación del número 1 de la revista plurilingüe Sin pelos en la lengua. Without Mincing Words. Sans mâcher ses mots. Sem papas na lingua; así, en los cuatro idiomas. Es un proyecto didáctico encomiable que ha impulsado una antigua alumna, profesora de Lengua Castellana y Literatura, jefa de ese departamento, Nines (Ángela) Castro, con el apoyo de otros compañeros de los de Inglés (Josefa Acedo y Carlos Criado Vadillo), Francés (Cindy Flinois)  y Portugués (Luis Leal Pinto), y la implicación de un buen número de alumnos de Bachillerato, alguno de 4.º de ESO e incluso una exalumna del «Moñino» (Mª Carmen Duarte Almeida) que hoy cursa primero de Filología Inglesa en mi Facultad. Me emociona el encuentro con un profesorado ya veterano en su centro —al que di clases—, con responsabilidades y con la vocación casi intacta que le lleva a emprender aventuras como la edición de esta revista en la que han escrito casi una cuarentena de alumnos en las cuatro lenguas que se imparten allí y sobre aspectos todos de carácter lingüístico. Son 47 colaboraciones, que, si no he contado mal, 19 son en español o sobre aspectos de la lengua española, 15 en inglés o sobre inglés (los de Pepi Acedo y Rocío Muñoz Perea son sobre anglicismos), 7 en portugués y 5 en francés (con el de Irene Gervasini sobre «Los falsos amigos»), a las que hay que sumar lo de Nines Castro («Más que amigas») que busca sus ejemplos en los cuatro idiomas. El recorrido políglota por sus páginas se hace especialmente grato y provechoso por tratar sobre errores lingüísticos (como a grosso modo en el artículo de Pilar Santa-Cruz Peromarta), o usos poco recomendables (como las muletillas de «¿Me entiendes o no me entiendes?», de Mª Dolores Gómez Torres y de las que también habla Clara Ordóñez), aspectos culturales («A Women's Thing», de Candela de Mariano), el significado de expresiones o de palabras (como en «Virar a casaca», de Yasmín Fuentes, Hugo Núñez y Jesús Ortiz; en «Comme dans un moulin», de Mario Barba; en «Uma origen de lenda», de Celia Ramos e Ethan Torres; en «Llueve sobre mojado», de Daniel Pérez-Cortés González; de «Mitin or meeting» de Isabel Martín García, o el de Marta Barragán), o su origen (como en la palabra rebeca de la colaboración de Jorge Giménez González; en «Ficar a ver navios», de Carmen Tamayo y Natalia Tardío; en «De pe a pa», de Victoria Pérez Paredes; o «¿Quiénes son fulano y mengano?», de Carlos Cruz Vaquerizo); o de curiosidades y matices que siempre conviene conocer (y pasa en la colaboración de Noelia Díaz Bayón sobre el acento del dialecto Mancuniano o con «les vaches espagnoles» de Esmeralda Miranda). A estas menciones sumo las de quienes subieron al estrado del repleto salón de actos del CPR para resumir sus contribuciones, cada uno en la lengua en la que las escribieron: Lucía Calamonte («Detecting the Detective»), Félix Orejón, que habló de uno de sus dos artículos («Dejà vu»), emparentado con el de Carmen Tato Castro («Vivre deux fois»), Rocío Sanguino sobre el trabajo que proviene del tripalium latino («Una tortura necesaria»), y Daniel Martín y Pablo Montero Vera («Ir para o maneta»). Fue un acto multitudinario en el que participaron un buen número de chavales y chavalas que representaron con su intervención o su asistencia las páginas escritas. «Humor entre cortinas», sobre el uso del lenguaje con propósito humorístico, de Pilar Castell Méndez; «Saudade», como «símbolo da lingua portuguesa», de Íñigo García Ganivet; «¿Hay algo más español que el famoso olé?», de Celia Pulido Matador; «O Killed», de Rocío Muñoz Perea; «Sandwich», de Irene Regidor; o «Hablemos mano a mano», de Inés Navarro Delgado, son otras de las colaboraciones de una revista que expresa su intención en esa locución en cuatro idiomas, y no traducidos; pues todos pretenden tener el mismo rango —a pesar de que el título principal por el tamaño de letra sea el primero, por ser española la sede editorial de un instituto de enseñanza en este territorio. Se refuerza así la idea multilingüe que quiere trasmitir y que es uno de los signos distintivos más poderosos de la enseñanza secundaria de nuestra era, en un valor y empeño que está muy bien expresado de manera genérica en el artículo de Rosa Palomar «El poder de las palabras y por qué hablar más de un idioma». Con Marta Hernández y Adriana Martínez, que firman dos artículos porque escriben en español y en inglés, con Juan Carlos Luengo, que trata la palabra cachivache, y Miguel García Montesinos que escribe sobre gentilicios y Daniel Martínez Izquierdo sobre dobletes, y no solo españoles, cierro esta relación desordenada —y espero que completa— del contenido de este primer número de una revista plural a la que deseo continuidad, pues cuenta con la materia inagotable de la lengua y el plantel fecundo de los colaboradores de la casa.

miércoles, 13 de diciembre de 2023

La poesía de Moratín

Una de las lecturas profesionales más provechosas que he hecho desde este pasado mes de junio ha sido la de esta edición: Leandro Fernández de Moratín Poesías. Edición de Jesús Pérez-Magallón. Madrid, Ediciones Cátedra (Letras Hispánicas, 883), 2023. Significa mucho para mí porque es una aportación de calado al estado de los estudios de un período y un género, de un autor y una estética que ocupan buena parte de mis intereses docentes y de investigación; y supera lo que se espera de una edición de la poesía casi completa de un escritor como Moratín el Joven. Conocía la gran edición, también de Jesús Pérez Magallón, de las Poesías completas (Poesías sueltas y otros poemas) (Barcelona, Sirmio. Quaderns Crema, 1995) y lo relativo a su lírica en los dos imponentes volúmenes de Los Moratines (Ediciones Cátedra. Col. Avrea, 2008), y también en el capítulo correspondiente de su libro Soñando caminos: Moratín y la nación imaginada (Madrid, Calambur Editorial, 2019); pero esos precedentes no quitan valor ni oportunidad a esta importante nueva edición. Después de los trabajos brillantes de René Andioc, ha sido Pérez Magallón quien más y mejor ha estudiado la vida y las obras de Leandro Fernández de Moratín, y coincide la aparición de esta edición con la culminación brillante de su trayectoria académica en la Universidad de McGill (Montreal), en donde fue director de la prestigiosa Revista Canadiense de Estudios Hispánicos. Moratín fue editor de sí mismo en su verso lírico con la edición de las Obras dramáticas y líricas de 1825, en cuyo tomo tercero incluyó lo que llamó «Poesías sueltas», setenta y siete poemas que representan en su ordenación su biografía literaria, que parte de su nacimiento como poeta (soneto «A D. Juan Bautista Conti») hasta llegar a su muerte simbólica con la excelsa elegía «A las musas». Con buen criterio, Jesús Pérez Magallón mantiene esa «coherencia y lógica internas» (pág. 120) de lo dado en 1825 en vida del autor en su exilio francés, mal de salud, y tres años mal contados antes de su muerte; a lo que añade «... Y otros poemas», treinta y tres textos, publicados e inéditos, descartados por el poeta para conformar sus «sueltas», y alguno como mero boceto que se publica por primera vez de lo que sería «A las musas», que, insisto, es uno de los poemas más extraordinarios salidos de la pluma de Moratín hijo. La prolijidad de esta edición puede abrumar al lector solo interesado en conocer los poemas de don Leandro, en una lectura por puro curioseo; pero es lo que la convierte en un estudio tan acabado sobre los caracteres de la lírica dieciochesca del último tercio del siglo y de las dos primeras décadas del XIX, y en un acervo de referencias literarias, históricas y culturales para contextualizar la obra del autor, una obra de mucho provecho para el estudioso. Entre sus rasgos, las cifras de 1698 notas que ocupan ciento cincuenta páginas del final del volumen y 200 páginas de introducción crítica incluyendo la extensa bibliografía citada. Esta introducción se divide en cuatro grandes secciones: «Vivir, tal vez soñar, morir» es el recuento biográfico. «Clasicismo contra nuevo culteranismo: acalófilos y galo-salmantinos» es un interesantísimo acercamiento a la polémica entre moratinistas y los llamados quintanistas. «Una manera clásica de entender la poesía» es un análisis de la poética moratiniana. Y «Variaciones sobre el tema clasicista: un modelo neoclásico» es la caracterización por temas de la lírica de Moratín. La solvencia de este editor tiene muchas muestras de comprobación; y citaré solo cómo Pérez Magallón nunca dio crédito —por no descansar «sobre bases sólidas, sino más bien sobre impresiones poco fiables» (pág. 194)— a la atribución a Moratín de las Fábulas futrosóficas, que, obviamente, no se recogen y a las que dedica una iluminadora nota al pie (3) —solo hay tres en toda la introducción— para confirmar lo que más recientemente ha demostrado Philip Deacon —a pesar del exquisito celo de la interrogación del título— en su artículo «Las Fábulas futrosóficas de 1821, ¿son de Bartolomé José Gallardo?» (Dieciocho, 46.1, primavera de 2023). Ediciones como la de estas Poesías son un modo excelente de restauración de la maltrecha opinión que sobre la poesía del siglo XVIII tienen los que no se han detenido en ella, o lo han hecho prejuiciosos por la repetición de los mismos lugares comunes y la presentación de textos de esa manera poco cuidada que se impugna con lo que nos regala Jesús Pérez Magallón en Letras Hispánicas.

sábado, 25 de noviembre de 2023

Obdulia

Galdós la llamó en su prólogo a La Regenta «tipo feliz de la beatería bullanguera, que acude a las iglesias con chillonas elegancias, descotada hasta en sus devociones, perturbadora del personal religioso». Clarín, la primera vez que la hace aparecer en la novela, dice de ella —«toda Vetusta lo sabía»— que era «una mujer despreocupada»; y yo, sugestionado, sé identificar perfectamente a Obdulia Fandiño, la viuda de Pomares, al escuchar sus carcajadas. Esto es lo que pasa cuando uno se mete tan de lleno en su trabajo. Sí, tiene uno el privilegio de ganarse la vida así. Por ejemplo, contar en público —la clase— lo vivido a solas, que puede ser por una lectura optativa u otra necesaria para preparar un tema. Compartir con un grupo de estudiantes de literatura lo que tanto deseé hacer meses, días u horas atrás leyendo a solas. Quizá uno escribe un artículo de investigación o una reseña también por eso, por la necesidad de decir algo propio, nuevo, sobre lo que todo el mundo ve. Y uno quiere creer que a veces sirve. El caso es que las circunstancias me han permitido dar unas clases que no son mías en una asignatura que di hace años y que incluye el análisis de una joya como La Regenta, que me brinda la oportunidad de demorarme en los procedimientos narrativos utilizados por el autor para mover a un personaje como Obdulia —no digamos ya la inmensidad de otros como Ana, el Magistral o, claro, el acólito Celedonio—, o lo que es lo mismo, de disfrutar como un niño explicando la novela o permitiéndome digresiones sobre cómo fue recibida con el entusiasmo de Emilia Pardo Bazán o con el punzante desprecio del P. Blanco García. Lo de doña Emilia fue literal, pues escribió a su «distinguido» Alas para que le mandase a París (Rue Richelieu, 80) un ejemplar del primer tomo, que leyó fascinada en abril de 1885, y tuvo que esperar hasta principios de julio para fingir sentirse indispuesta con jaqueca, meterse en la cama y disfrutar con la continuación de la historia de ese «tipo femenino de equilibrio inestable» que es Ana Ozores. Así, más o menos, lo conté ayer; y noté ese brillo de interés en el aula que te salva una clase. Para compensar, no sé si merece la pena repetir la alusión al padre Francisco Blanco García, que en La literatura española del siglo XIX (1891) despachó en cinco líneas la novela, que llamó «disforme relato de dos mortales tomos», y arremetió contra los escritores naturalistas de este modo: «Renuncio a prolongar esta reseña con los nombres, poco y en mala parte conocidos, de varios escribidores que han hallado en el naturalismo un medio para salir de la obscuridad, vertiendo a granel las contadas especies que caben en sus empobrecidos y anémicos cerebros, lanzando a la voracidad lujuriosa de algunos lectores los hediondos comistrajos, las hirvientes gusaneras con que se sacian, para irritarse de nuevo, los estímulos de la sensualidad. No a la crítica literaria, sino a la policía, toca habérselas con los productos nocivos del contrabando novelesco» (2ª ed., 1903, pág. 554). Nunca tiene uno tantas ganas de que se tome nota; pero, sobre todo, de que se lea con la misma fruición que la autora de Los Pazos de Ulloa una obra tan sobresaliente y que, por fortuna, sigue figurando en nuestros planes de estudios. El próximo día volveré con más ganas a recomendar su lectura, y, vista la construcción general del relato, por ejemplo, abordar cómo y por qué resuelve el autor algunos capítulos con los cabos sueltos que retomará con maestría más adelante. Por el momento, me quedo con Obdulia en el final del capítulo VII, mostrando un pollo pelado que palpitaba a punto de jincar el poleo. Propuestas de interpretación y trabajo gustoso.

sábado, 4 de noviembre de 2023

Tan solos los muertos

Por segunda vez, y ahora en torno a fechas tan señaladas como los días de Todos los Santos y de Difuntos, la editorial vallisoletana Deméter presenta en Extremadura una de sus novedades, esta edición del texto de Gustavo Adolfo Bécquer Tan solos los muertos. Ilustrado por Roger Olmos (Valladolid, Editorial Deméter, 2023). La conocida rima LXXIII —la 71 en el Libro de los gorriones— como ejemplo clásico de recreación de lo fúnebre, seña de identidad de este singular sello editor. Será el viernes 10 de noviembre, dentro de las VIII Jornadas Góticas de Cáceres que organizan conjuntamente las asociaciones Norbanova y Letras Cascabeleras, y cuyo programa puede verse aquí. La rima conocida por su estribillo «¡Dios mío, qué solos / se quedan los muertos!» ha sido una de las que ha ocupado más espacio a la crítica sobre la obra poética de Bécquer. Por un lado, por su historia textual, en la que destaca un manuscrito que ha sido editado modernamente, y como más reciente, una edición facsimilar que publicó su propietario Enrique Toral al cuidado de una especialista como Marta Palenque (Editorial de la Universidad de Sevilla, 2020). Por su contenido, ha propiciado algunas de las lecturas que alimentan la leyenda becqueriana y se afanan en encontrar correspondencias en sus versos con la vida del poeta, o, simplemente, ha generado lecturas muy razonables que han tenido en cuenta unos precedentes literarios tan cercanos al autor como el Diablo Mundo de Espronceda, precisamente. Lo funeral de la rima LXXIII tiene en Bécquer el contrapunto cómico-macabro de los dibujos que el poeta hizo en el álbum de Julia Espín bajo el título de Les morts pour rire, que nos ofrecen esos «muertos de risa» que juegan al tenis, hacen esgrima atravesándose la osamenta o fuman en pipa, y que editara y estudiara brillantemente Jesús Rubio Jiménez en su revista El Gnomo en 1997 y luego en su reconocido libro Pintura y literatura en Gustavo Adolfo Bécquer (Sevilla, Fundación José Manuel Lara, 2006); y que pueden verse en la prodigiosa Biblioteca Digital Hispánica de la Biblioteca Nacional de España. Qué interesantísima conciencia sobre la muerte la de Bécquer que ahora me recuerda esta esmerada edición de Tan solos los muertos, como otra materialidad por mano ajena —la del ilustrador barcelonés Roger Omos— de la coexistencia artística y vital de escritura y dibujo en el gran poeta de las Rimas. 



jueves, 19 de octubre de 2023

Mujeres sobre Elena Garro

Tomo notas para unas clases futuras en las que quiero trabajar sobre la narrativa de Elena Garro (México, 1916-1998) y he leído las miradas de cinco escritoras en la edición de Alfaguara de 2019 de Los recuerdos del porvenir, la novela principal de la autora mexicana que voy a programar en el curso. El pasado tuve la experiencia de vivir la fascinación por Elena Garro demostrada en la elaboración de un trabajo de fin de grado de Adriana Sánchez Vaquero que mereció la máxima calificación, centrado en ese caso en el eco de la escritora en España, y, principalmente, en su faceta de poeta, pues ha sido una editorial española —extremeña para más señas— la que más ganas ha puesto y está poniendo en dar a conocer su obra poética completa: Cristales de tiempo. Poemas de Elena Garro. Edición, estudio preliminar y notas de Patricia Rosas Lopátegui. Galisteo (Cáceres), La Moderna, 2018. Es una edición hecha sobre la que se publicó en la Universidad Autónoma de Nuevo León en enero de 2016, para celebrar el centenario del nacimiento de la escritora. Lo cierto es que quien quiera leer en España su poesía tiene felizmente a su disposición esta edición promovida por David Matías y Lidia Gómez en La Moderna. En lo que ando ahora es en Los recuerdos del porvenir, la obra que, junto con los cuentos, ha tenido más recorrido editorial en España, y una de las que mejor representa la postergación de la autora y de su literatura en relación con la presencia y la pujanza de los escritores contemporáneos de su entorno mexicano, desde Juan Rulfo o Carlos Fuentes, hasta el que fue su marido, Octavio Paz. «Se la ha considerado una ‘precursora’ del realismo mágico, del mismo modo que a Juan Rulfo aunque a ella se le ignoró por décadas» (pág. 317), dice Gabriela Cabezón Cámara. Esta escritora argentina es la encargada de abrir el apéndice —«Más allá de Ixtepec»— que se incluye en la edición citada de Los recuerdos del porvenir; «una gran aventura para leer y releer» (pág. 323), según la chilena Isabel Mellado, la violinista autora de Vibrato (Alfaguara, 2018). Muy oportunamente, la española Lara Moreno escribe sobre «Las mujeres de Ixtepec», pero también sobre el narrador y sobre el espacio de este libro «hermoso, suave y duro como un paisaje olvidado» (pág. 332). Completan estas miradas sobre Elena Garro dos autoras de la misma edad, la mexicana Guadalupe Nettel y la colombiana Carolina Sanín. La primera es una de las más firmes en protestar por determinadas circunstancias de subestimación y en reivindicar el lugar que merece la literatura de Garro y un título como Los recuerdos del porvenir, «la mejor novela mexicana escrita en el siglo XX» (pág. 340); y Sanín destacará de nuevo la evidencia de lo femenino y de una noción de lugar en ese relato en su texto «La piedra aparente», que retoma la primera frase de todo: «Aquí estoy, sentado sobre esta piedra aparente» (pág. 15). Es un buen coro de voces para envolver Los recuerdos del porvenir, un coro sobre el que ya llamó la atención otra mujer, Berna González Harbour, en el diario El País, en donde Javier Rodríguez Marcos publicó una ocurrente columna —«Las fajas las carga el diablo»— sobre la metedura de pata de una editorial española en la promoción de la reedición de la novela Reencuentro de personajes (2016), de Elena Garro: «Mujer de Octavio Paz, amante de Bioy Casares, inspiradora de García Márquez y admirada por Borges». ¡Ay!

lunes, 9 de octubre de 2023

Mi tía Carolina Coronado

Ayer pasé en coche por las traseras de las casetas de la XXXIII Feria de Otoño del Libro Viejo y Antiguo de Madrid que está en el Paseo de Recoletos, y las pocas horas que estuve en la capital no me dieron para echar un vistazo con tranquilidad y pescar alguna pieza apetente. Pero allí estaba mi hermano Josemari, a quien recogí en la Plaza de las Cortes, con este regalo espléndido que me compró en la feria: la primera edición de Mi tía Carolina Coronado, de Ramón Gómez de la Serna (Buenos Aires, Emecé Editores, 1942), un ejemplar excelente, encuadernado en holandesa con lomo en trapecio y que conserva las cubiertas originales. No recuerdo así la obra, y sí, probablemente, en las biografías completas; y está claro que cuando uno pasa por los libros con otro propósito no repara en lo que luego le interesará por otros motivos. Por ejemplo, que Ramón dedicó unas cuarenta páginas, antes de empezar con el «Nacimiento y primeros años de Carolina Coronado», al romanticismo, al «primer romántico de España, Cadalso el desenterrador», al «segundo romántico» —Larra— y a Espronceda. Y que en el novelesco capitulillo sobre el autor de las Noches lúgubres edita dos de sus poemas («Injuria el poeta al amor» y «Retráctase el poeta de las injurias que dijo al amor en el mismo metro»), como modelos de su «estro oscilante entre el creer y no creer» y de «su inquietud romántica» (pág. 34). Me gusta tener este libro como una pieza histórica sobre una autora que solo desde los últimos veinte años del pasado siglo ha sido bien estudiada y bien editada, como una recreación de una «silueta rica en tirabuzones» (pág. 57), que puso el acento más en la novelización de los detalles de vida y de dulzura que en el rigor documental. Me gusta leer esa imagen que Ramón escribe de la hermana de su abuela materna, aunque, en términos de rigor histórico y para compensar fabulaciones, me tranquiliza hacerlo con un antídoto cerca, este otro libro que me ocupa desde que me lo traje de Almendralejo el 7 de julio, cuando se presentó. Es el monumental estudio biográfico —y más— de Carmen Fernández-Daza Álvarez e Isabel María Pérez González Carolina Coronado, un siglo en rotación (Editora Regional de Extremadura, 2023), de casi novecientas cincuenta páginas. Aparte de sus muchos valores y aportaciones como trabajo de investigación y biografía principal y definitiva de la escritora, es una obra muy especial por su condición de alianza de dos afanes admirables. Es una obra de una doble autoría que es la unión de dos vidas dedicadas al estudio de la de Carolina Coronado, la unión de las dos biógrafas que más han aportado en trabajos muy citados como Carolina Coronado. Del Romanticismo a la crisis de fin de siglo (1999) —y antes su biografía Carolina Coronado. Etopeya de una mujer (1986)—, de Isabel Mª Pérez González; y La familia de Carolina Coronado. Los primeros años en la vida de una escritora (2011), de Carmen Fernández-Daza. Es tal la voluntad de sumar estos dos capitales intelectuales reunidos durante tantos años, y tal la complicidad, que en los veinte capítulos que conforman el libro y que firman individualmente Carmen —nueve— e Isabel —once— promueven un original diálogo entre ambas con los exergos de todos y cada uno de ellos, de tal manera que todos los redactados por Carmen Fernández-Daza se encabezan con citas del libro principal de Isabel Pérez, y los de ésta van encabezados por otras de La familia de Carolina Coronado, de Fernández-Daza. El conjunto es portentoso, y un comentario bien elaborado sobre sus virtudes precisaría de no pocas páginas para hacerle justicia. Ya que todo ha comenzado en Mi tía Carolina Coronado, añadiré lo que Carmen Fernández-Daza dice sobre el librito de Ramón para renegar «de la licencia de imaginar, que es don del novelista» (pág. 49) y hacer una contundente demostración de honestidad intelectual sobre su propia investigación: «Se trata de una reescritura del personaje femenino que nace del goce de solo presentir, de la ‘veraz’ imaginación de la intimidad, en todo ese universo que puebla la superhistoria del novelista. Ya en el prólogo del libro se nos sugieren la reivindicación de la fantasía y la lucubración del género biográfico que, lejos del rigor histórico, alientan en general a los personajes redivivos de Gómez de la Serna» (págs. 48-49). Contra esto, la mejor vacuna es la lectura de un estudio tan incontestable y honesto como Carolina Coronado, un siglo en rotación. 



viernes, 28 de julio de 2023

Otro curso


André Kertész © París, 1926

Hubo elecciones a Rector y un Campeonato Mundial de Fútbol en invierno más disputado que la consulta universitaria. Alguien soñó que un chico se quedó encerrado en los servicios de la entreplanta en una de las jornadas de puertas abiertas. Lo de un regalo de diciembre: María de la O Lejárraga y Gregorio Martínez Sierra, Cartas a las mujeres de España. Edición de Juan Aguilera Sastre e Isabel Lizarraga Vizcarra. Sevilla, Renacimiento, 2022. En la fotografía junto a la portada, Gregorio mira atento y ajeno cómo escribe María de la O. Lo de felicitar las fiestas y que la respuesta fuese automática: «Según el calendario académico aprobado en Consejo de Gobierno de la UEX el 16 de mayo de 2022, el período de vacaciones de la actividad docente es desde el 22 de diciembre de 2022 hasta el 9 de enero de 2023, ambos inclusive». Igualmente. Solicitud de evaluación, enlace habilitado, hoja índice, evidencias, autoinforme, hoja de servicios. Otra vez lo de la «capacidad de aplicar los conocimientos teóricos a la valoración crítica y apreciación de los textos» entre las competencias básicas, y otra vez procurar hacer todo, no solo correctamente, sino evitando ser prosaico. La prensa dijo que los quioscos de prensa cayeron un cuarenta por ciento. A primera hora de la mañana de un viernes de febrero, el viento cerró la puerta del aula 7 y así quedó hasta el final del curso después de más de dos años de par en par. El mismo día de febrero dos columnistas del periódico escribían sobre el terremoto de Siria y Turquía y coincidían en aludir al de Lisboa y al Cándido de Voltaire. Todo está bien. Hubo alguna baja temporal por covid, y partes médicos por alergias y traumatología. Una emoción especial sintió el profesor ante dos jóvenes nacidas en el siglo XXI que hablaban con responsabilidad histórica de unos autores antiguos. Una poeta —Mª Ángeles Pérez López— habló en clase de otra —Delmira Agustini— y citó a Nietzsche y aquello del filólogo como el que lee con lentitud, y que acaba escribiendo también con lentitud. Un hito: El Partido Comunista de España en Extremadura durante el Frente Popular: República y Guerra (1936-1939), la tesis de Pepe Hinojosa, sobrepasó tanto el aforo del salón de actos de la Facultad que muchos se quedaron fuera. Ahí estuvo esa ley que trajo la primavera y lo suyo a todos los que vieren y entendieren. Alguien recordó que quedaban veintiocho horas de clase hasta mediado mayo. Cuatro alumnas extranjeras de países diferentes del programa Erasmus leyeron con solvencia poemas de César Vallejo. Hubo un recuento del patrimonio bibliográfico para celebrar un cincuentenario con poca imagen, si acaso un logotipo que se usa poco. Lo del comentario de la Elegía Moral de Meléndez a Jovellanos «y cuanto monstruo en su delirio infausto / la azorada razón abortar puede», y Goya y su capricho 43. El profesor aludió en clase de Hispanoamericana a lo de G. Boixo de que toda actividad de crítica literaria es redundante por naturaleza, pues ya el propio texto que toma como punto de partida contiene todo lo que el crítico presuntamente descubre; y el profesor dijo compartirlo. También hubo que firmar unas facturas. Otra tesis: de un antiguo alumno, David Amado Cano, Julio Cortázar: Historias de cronopios y de famas (1962) y Todos los fuegos el fuego (1966). En esta sí había sitio: en el tribunal. Cada curso hay más rotondas para llegar al campus; también más semáforos. La cabeza diaria en el transporte público y el corazón en el privado: Radio 3 y la prensa del día. Hubo un congreso de estudios clásicos y dos ferias educativas. Pensando en las musarañas por el pasillo: (¿Fue el Marqués de Morante el propietario de la mayor biblioteca privada jamás reunida por un español? ¿Ciento veinte mil volúmenes?). Y hubo defensas muy sentidas de trabajos de fin de estudios. Sentado en una terraza de esta plaza alguien dicta el primer borrador de varios de una cuenta larga que sirva de final de un año académico. Otro.

domingo, 26 de marzo de 2023

Sybila Arredondo

© Roberto Candia

Preparaba mis notas esta tarde sobre mis clases de mañana sobre el escritor peruano José María Arguedas —leeremos Los ríos profundos— y me acordé de que hace poco más de dos años mi amigo Ignacio Úzquiza me pidió que si podía averiguar la dirección de Sybila Arredondo, la viuda del escritor, porque quería enviarle un libro. No me costó mucho saber que vivía en una parcela de Rangue, a setenta kilómetros al sur de Santiago de Chile, sin más datos. Sé que le envió el libro por el que, por persona interpuesta, Sybila se había interesado: El río y el mar. Correspondencia José María Arguedas / Emilio Adolfo Westphalen (1939-1969), que publicó Fondo de Cultura Económica en 2011.Y sé que se lo devolvieron y que, a día de hoy, no sabemos nada de ella. No será muy difícil saber algo; y hay huellas relativamente recientes de su presencia en la prensa digital. Sybila pasó catorce o quince años en las cárceles de Perú acusada de terrorismo y de pertenecer a Sendero Luminoso. Sin dejar de vincularse con la lucha revolucionaria como una mujer de izquierda marxista y leninista, se dedicó a la preparación de las obras completas de su marido hasta que fue detenida. Estuvo presa hasta diciembre de 2002, cuando regresó a su Chile natal. Su madre, la escritora Matilde Ladrón de Guevara (1910-2009), escribió e hizo muchas gestiones para lograr la liberación de su hija. He visto un dossier en el que hay escritos de Sybila al presidente chileno Patricio Aylwin y de su madre a su sucesor Eduardo Frei en 1996 en los que se expresa así: «S.E. tiene hijas y en los momentos que usted razonaba en T.V., las evoqué, deseándoles lo más bello y noble en su futuro y jamás el sufrimiento de la mía, exterminada en Perú, prisionera enferma física y psíquicamente», y que cierra: «Le requiero respetuosamente auxilio, en nombre de sus hijas, y liberarme con Sybila hacia la patria maravillosa para aurar “el alma herida de Chile”… y la estrictamente humana de esta madre, su adepta y S.S. cuya vida deja en sus manos». Me fascina y, por supuesto, me sobrepasa que la relectura de unos apuntes sobre una novela para preparar unas clases me lleve a tantas circunstancias y a tanta historia, y que también vuelva a toparme con las palabras que Arguedas, antes de pegarse un tiro, dejó escritas. A su mujer y al mundo. Algunas, en su novela póstuma El zorro de arriba y el zorro de abajo (1971).

miércoles, 22 de marzo de 2023

Canto a Teresa

 

«No me cansaría de admirar la ilustración de la portada de Canto a Teresa y de sentir el singular tacto de la misma. Una auténtica obra de arte. No me creo que cueste sólo 15 €», escribe un lector en un comentario en la página de la editorial vallisoletana Deméter, inclinada a la publicación de obras clásicas relacionadas con lo fúnebre, lo macabro, lo gótico, lo extraño o lo singular. Espronceda, Canto a Teresa. Ilustrado por Antonio del Hoyo (Valladolid, Editorial Deméter, 2022) es una esmerada edición de lo que se publicó como segundo canto del soberbio e inacabado poema El Diablo Mundo (1840) del escritor romántico. En una nota manuscrita algo más extensa que la que se recogió en la primera edición por entregas, Espronceda escribió: «Este canto 2º es un desahogo de mi corazón. Tal vez mis quejas parezcan fastidiosas y fuera de propósito a mis lectores. Yo tenía necesidad de escribir así, y he obedecido a un impulso superior a mi voluntad. Pongo aquí esta nota p[ar]a que el q[u]e no quiera leerlo lo salte sin escrúpulos, pues no está ligado de ninguna manera a la historia general del cuento». Nadie debe saltarse este extraordinario texto, porque, a mi modo de ver, añade mucho sentido al conjunto en el que se inserta, El Diablo Mundo, uno de los poemas más románticos del romanticismo decimonónico y más rompedores. Una obra inacabada, en seis cantos —más unos fragmentos de un séptimo— en los que el poeta mezcla lo lírico, lo narrativo y lo dramático en poco más de seis mil versos. Sin embargo, la edición exenta del Canto a Teresa, como esta de Deméter, tan brillantemente ilustrada por Antonio del Hoyo, destaca con justicia «uno de los poemas de amor más emocionantes de todos los tiempos», como lo calificó el poeta Guillermo Carnero en su estudio y antología Espronceda (Júcar, 1979). Sobre esta edición exquisita del Canto a Teresa hablaremos el próximo sábado en el Teatro Carolina Coronado de Almendralejo.



lunes, 27 de febrero de 2023

La niñez laureada (I)

No he terminado de escribir una nota sobre este libro-edición de Noelia López-Souto, Prodigios infantiles de la Ilustración española. La niñez laureada, de José Iglesias de la Casa (Salamanca, Editorial Delirio. Col. La Bolgia, 17, 2022), que se presenta esta tarde en el Aula Magna de la Facultad de Filología de la Universidad de Salamanca, en un acto que puede seguirse online aquí a las siete; pero no quiero desaprovechar la oportunidad de difundir su presentación por parte de la autora, con la participación de la profesora Paqui Noguerol (USAL) y del editor de Delirio Fabio de la Flor. La primera parte del título es la que se corresponde con el estudio del fenómeno de los niños prodigio en el contexto del interés pedagógico ilustrado o su preocupación por la educación de las niñas y de los niños. La segunda parte es la edición de un poema muy singular de un interesante poeta como el salmantino José Iglesias de la Casa (1748-1791), un texto «en loor» de un niño de tres años y medio protagonista de un hecho asombroso. Esta es la primera edición moderna exenta de un poema que se había publicado en Salamanca en 1785. Quede aquí, por ahora, el anuncio de la presentación de hoy.

martes, 21 de febrero de 2023

Mª Ángeles Pérez López en Letras

O en el Aula «José María Valverde». Pero he cambiado el acostumbrado anuncio de la visita de una nueva autora al aula por la presencia en mi Facultad, por partida doble, de la poeta y profesora Mª Ángeles Pérez López. El jueves 23 por la tarde —19:00 horas— hará una lectura de sus textos en el Instituto de Lenguas Modernas, y, aprovechando que vendrá el viernes 24 al paraninfo de la Facultad de Filosofía y Letras para participar en la sesión matinal del Aula Valverde —12:30 horas—, ha tenido la gentileza de aceptar la invitación que mi departamento le ha hecho para que de una charla sobre «Delmira Agustini entre el mito y el libro», en el Aula 7, en mi clase de «Textos de la Literatura Hispanoamericana» el jueves por la mañana —a las 13:00 horas—; pero abierto para quien quiera, hasta completar aforo. Mª Ángeles es una gran autora, con más de una decena de entregas poéticas que han sido reconocidas con diferentes premios, como el Ciudad de Badajoz (Carnalidad del frío, 2000) o el Premio de la Crítica de Poesía Castellana (por Incendio mineral, 2021); pero también es una brillante estudiosa de la literatura iberoamericana y es muy dilatada su producción científica en este campo desde el Departamento de Literatura Española e Hispanoamericana de la Universidad de Salamanca, en donde leyó su Tesis Doctoral sobre narrativa y modernidad en Vicente Huidobro. Ha escrito sobre Nicanor Parra, sobre Juan Gelman, ha editado a Ernesto Cardenal… Pertenece al grupo de investigación «Escritoras y personajes femeninos en la literatura», en una línea de trabajo en la que ha publicado numerosos estudios sobre autoras como Cristina Peri Rossi, Gioconda Belli, Rosario Ferré, Blanca Varela, entre otros nombres, como Edda Armas y Mª Auxiliadora Álvarez, de Venezuela, cuyo panorama poético también ha analizado Mª Ángeles Pérez López en diversos trabajos panorámicos. Será un privilegio contar con ella en clase para que nos hable de otra gran figura: «Delmira Agustini entre el mito y el libro».

domingo, 19 de febrero de 2023

«—Un billete de cincuenta pesetas, si me pisotea usted, pronto, y fuerte.|Abrí el portamonedas, y mostré el billete, razón soberana. Titubeaba aún. La desvié vivamente, y, ocultándome en lo sombrío del portal, me eché en el suelo, infecto y duro, y aguardé. La prójima, turbada, se encogió de hombros, y se decidió. Sus tacones magullaron mi brazo derecho, sin vigor ni saña.|—Fuerte, fuerte he dicho... | —¡Andá! Si la gusta... Por mí... | Entonces bailó recio sobre mis caderas, sobre mis senos, sobre mis hombros, respetando por instinto la faz, que blanqueaba entre la penumbra. No exhalé un grito. Sólo exclamé sordamente. |—¡La cara, la cara también! |Cerré los ojos... Sentí el tacón, la suela, sobre la boca... Agudo sufrimiento me hizo gemir» (pág. 291). Es Lina en Dulce Dueño (1911), la última novela larga de Emilia Pardo Bazán, y a la que volví hace poco por tener que hacer hace semanas uno de esos incómodos balances de todo lo escrito en un año sobre algo y que hay que recoger en un número de caracteres ridículo —por exiguo—, incluyendo espacios. No me quejo. Cumplí con el encargo como me fue posible. Pero entre lectura y lectura, y entre apunte y apunte —serios, es decir, responsables con el mandado—, tomé notas sobre muchas obras que merecerían comentarios más por extenso. Quizá este sea un buen medio para difundir esas apuntaciones sobre, por ejemplo, nuevas ediciones literarias de nuestros clásicos, como la de esta novela sorprendente, como tantas, de doña Emilia. La de Dulce Dueño, a cargo de Marina Mayoral, se ha publicado el pasado año en la colección Clásicos Castalia, de Castalia Ediciones —«que es un sello propiedad de Edhasa», ¡ay! Es gracias a quien preparó esa edición que supe de su publicación. Tenía la de La Quimera (Letras Hispánicas. Ediciones Cátedra, 2022), también de Marina Mayoral; y fue ella la que me dijo en Madrid que había sacado otra en Castalia de Dulce Dueño, que es la que me acompañó entre mis notas. Fue en la antesala del Ministerio de Cultura y Deporte en la Plaza del Rey de Madrid, cuando acudió como jurado del Premio Nacional de Literatura Dramática en calidad de académica de la Real Academia Gallega. Se sorprendió mucho de que yo la hubiese reconocido con gorro y mascarilla; y a mí no me sorprendió nada que no supiese quién la saludaba. Seguro que todavía no sabe que nos conocimos hace bastantes años. Los dos títulos tienen precedentes en sendas ediciones preparadas también hace tiempo por la misma especialista, y resulta curioso que se hayan hecho desaparecer de estas nuevas ediciones. Marina Mayoral ya editó La Quimera en la misma colección (núm. 336) en 1991. Igualmente, en 1989, en la tercera entrega de la «Biblioteca de Escritoras» de la Editorial Castalia, apareció su edición de Dulce Dueño. Por eso, no acabo de comprender por qué se omiten las referencias a las ediciones anteriores, pues debe prevalecer a un supuesto interés comercial el afán de exhaustividad y rigor en la información de la fortuna póstuma de una novela como esa. Marina Mayoral presentó y presenta muy bien lo que esa novela, Dulce Dueño, quiso proponer, en sus ideales, en su misticismo y menos feminismo, en su gracia; y «hablar de una ‘derrota’ de su feminismo es confundir el tocino con la velocidad», escribe Marina Mayoral (pág. 2). Yo insisto en la forma de una narración, que no es de las mejores de su autora, que arranca en «Escuchad», el título del primer capítulo, y que a partir de «Lina», el segundo, nos lleva sobre la primera persona de la protagonista que proclama «Dulce Dueño» en el capítulo último así titulado, y tan abierto. Hay que tener en cuenta a Santa Catalina de Alejandría que está sobre la Lina de la historia, y hay que ver cómo se muestra la autora, doña Emilia, cuando pone en boca de su personaje lo que ella piensa sobre la vida literaria cuando alude a lo del avispero (pág. 146). Qué lectura tan sugerente. Como para embutirla, con más de dos decenas de publicaciones de interés, en diez mil y pico caracteres. 

miércoles, 1 de febrero de 2023

Sin fines de lucro

También ando estos días con el repaso de apuntes y notas para mis clases en el segundo cuatrimestre que empezaron ayer, último día de enero. Tomo el título de esta entrada del libro de Martha Nussbaum, Sin fines de lucro. Por qué la democracia necesita de las humanidades (Katz Editores, 2010), traducido por María Victoria Rodil, del que supe por La utilidad de lo inútil. Manifiesto, de Nuccio Ordine (Acantilado, 2013). Se me ha ocurrido que ambos títulos serían un buen modo de presentarse en una clase de una Facultad de Letras siempre que el profesor relativice un poco los tonos apocalípticos de ilustres que piensan sobre la educación de hoy. Ya hablaré de ellos; pero a partir de esta semana, como siempre, llevaré otros ejemplos que la actualidad me trae a la mesa todos los días. La literatura es una manifestación artística sublime, una representación de nuestro mundo que nos incluye a todos, con nuestras preocupaciones y nuestras certezas. Por eso, siempre que puedo llevo a clase un reflejo del programa de la asignatura en los medios de costumbre. No tiene mucha ciencia —pero me gusta— mostrar en clase el titular de El País del 9 de enero de 1986, que daba noticia de la muerte de Juan Rulfo con «Juan Rulfo pasa a la literatura con 250 páginas», que me viene muy bien para explicar el «proceso de mitificación» del escritor del que ha hablado quien mejor lo ha editado, el profesor José Carlos González Boixo. Esto pasa en mi asignatura de Textos de la Literatura Hispanoamericana. Pero en Textos de la Literatura Española del Siglo XVIII, con la que inauguro mañana el cuatrimestre, he puesto en los últimos años para empezar un artículo de mi admirado Juan Goytisolo —aquel día mal informado y peor lector— sobre la literatura española de ese tiempo, para intentar rebatir con argumentos basados en las formas y las ideas tanta desafección. En fin, en pocas horas, y durante la placentera costumbre de leer el periódico, encontré en estos días dos textos para llevar a clase que mencionaban la literatura al referirse a un hecho lamentable de palpitante actualidad. La noticia de que el futbolista Dani Alves había sido detenido por la violación de una mujer en una discoteca, y luego que su víctima había renunciado a ningún tipo de indemnización por tal delito, generó y genera un ruido informativo casi inabarcable. Selecciono tan solo la columna («Anatomía de Twitter») de Nuria Labari («Violada pero no indemnizada»), que terminaba aludiendo a la historia de una de las obras que vamos a leer este año, Lucrecia (1763), la tragedia de Nicolás Fernández de Moratín. Escribe Nuria Labari: «Hace 2.500 años, la noble Lucrecia decidió suicidarse después de ser violada en la antigua Roma. Le pareció que solo así conservaría su honor. En 2023, el honor de una mujer violada no se paga con la vida, pero sigue teniendo un precio». Y también la columna de Leila Guerriero —que ya sola daría para una clase de literatura hispanoamericana— «Víctimas puras», que tomaba la misma noticia como fundamento para decir que «Nadie debería sentirse obligado a demostrar pureza moral para tener derecho a tener derecho»; y que aludía al poema «Tú me quieres blanca» de Alfonsina Storni (1892-1938), la escritora argentina cuya biobibliografía bastaría para armar la otra asignatura que estoy preparando sin fines de lucro.