

En el capítulo XXII de La madre Naturaleza, Gabriel Pardo, que no puede conciliar el sueño, toma un ejemplar de esta edición del Cantar de los Cantares, con la traducción, claro, y los comentarios de Fray Luis de León.
"Al lado de la portada se veía, en un grabado en madera, la faz pensativa y melancólica, la espaciosa y abovedada frente del Maestro León; debajo un emblema, un árbol con el hacha al pie y la leyenda siguiente: ab ipso ferro. La polilla se había ensañado en el volumen, recortando caprichosos calados al través de las hojas."
El relato del instante gozoso de disfrute con la lectura es impagable, y capital en importancia su significación para el sentido de esta espléndida novela de la Pardo Bazán.
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