jueves, 25 de febrero de 2016

Julián


Hace poco más de trece años le entregué su ejemplar de El trabajo gustoso porque salía en él. En ese trozo —«Paraíso Perdido»—contaba una conversación con varios alumnos. «Dicen —escribí— que un profesor les está tomando el pelo. Qué relativo. Me dan ganas de preguntar a Julián, que limpia los cristales sin perturbar a nadie. Un profesional. Lunes de nuevo […]» (El trabajo gustoso, 2002, págs. 77-78). Después de algo más de cuarenta años trabajando en la empresa de limpieza Limycon, Julián, el gran Julián, el «profesional», se jubila. Desde que nos vinimos a este edificio del campus, en 1999, ha formado parte activa y entrañable de la vida diaria de la Facultad y se notará su ausencia desde el primer día de marzo, su fecha prevista. En términos de información, sobre lo que sucede en la Facultad, será como perder cobertura, quedarnos en zona de sombra. Julián Ceballos Galeano (Plasenzuela, 1952) es el benjamín de seis hermanos varones, de los que viven tres. Uno de los fallecidos, con cuarenta y ocho años en 1997, fue Juan Ceballos, alcalde socialista muy querido de Plasenzuela desde 1979: —«Esto no hubiera pasado si estuviera vivo el alcalde», declaraba hace tiempo una señora al periodista Sergio Lorenzo de Hoy sobre el ruinoso estado de las cuentas del pueblo y las investigaciones de la gestión de algunos de sus cargos municipales. A Julián se le ilumina la cara cuando habla de su hermano y cuando se reafirma en sus fidelidades al PSOE —felipista e ibarrista— y al Real Madrid. Vive en Aldea Moret desde que vino a Cáceres en 1976, después de haber trabajado siete meses en la construcción de la central nuclear de Almaraz, recién casado y tras una mili de quince meses en Sanidad Militar. Aquí en Cáceres le nacieron los hijos, la parejita. Luego ya fue la limpieza su dedicación, en la Universidad Laboral, en la Facultad de Empresariales. Allí hizo «trabajo de mujeres»: limpiar suelos, mesas y encerados; que los cristales vinieron más tarde, cuando la antigua Facultad de Letras, a tiempo parcial. Y en el curso 1999-2000 ya fue uno más en el escenario de las mañanas que compartimos unos más que otros. Y él casi más que nadie. Yo no sé si hay algún profesor que Julián no conozca, aunque haya firmado el contrato ese mismo día; y a veces creo que sabe de dónde son todos y cada uno de los alumnos del aula 8, por poner un ejemplo. Puestos a exagerar, si algún día se pierden papeles  y archivos informáticos, Julián será nuestra memoria exenta. Que nos dure. Buen talante, de semblante curtido y amable, sobrio hasta donde uno conoce y dado a la conversación, Julián estaría dispuesto sin condiciones a ponerse a limpiar a destajo todas las ventanas de este país de la roña corrupta que no deja pasar la luz de la decencia. Y lo hemos hablado. Tiene una casa en el pueblo y un olivar al que da una vuelta todos los domingos que puede y al que mira como el terrenito de la felicidad futura. Que los disfrute.

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