Diego Velázquez, Vieja friendo huevos (1618)
Basta con pensar un poco menos en uno mismo y un poco más en los otros para notar el efecto benéfico que atribuimos a cualquier sustancia que cura. Se está más a gusto, se disfruta. No puede dar placer hacer daño; al contrario, solo si este se evita se logra una satisfacción comparable a la que se recibe de un prójimo solidario. La humildad se aprende, se cultiva —no es una manera de ser— y siempre, como ajena a lo propio, sienta mucho mejor que el mal olor del altivo. Me parece que fue Antonio Machado, entre tantos, quien dijo que hay que estimar a los hombres por lo que son, y no por lo que parecen; quien recomendó amar a los buenos y a los sabios, que son —tienen que ser, añado— los poderosos de la tierra. Sabios y buenos porque han encontrado su verdad en la mirada del otro; sabios y buenos porque conocen el valor, la fuerza y la belleza de lo que verdaderamente importa: lo pequeño de la vida, lo imperceptible y, por eso, pisoteado diariamente por esta forma de ceguera del poder, la ambición, la opulencia y la mentira. Pensando en estas cosas pasaré muchas horas y cuando esté solo me sabré en compañía. ¿No estoy acaso solo ahora? Y en el silencio escucho una voz: —«No». Todo esto en sueños. Feliz año 2015.
miércoles, 31 de diciembre de 2014
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