Tomo notas para escribir algo sobre la reciente edición crítica del Lazarillo de Tormes de Luisa López Grigera (Madrid, Arco/Libros-La Muralla, 2024), y me he acordado de cuando se hizo público el hallazgo de la conocida como Biblioteca de Barcarrota, además de la adquisición por la Junta de Extremadura de aquel tesoro de libros y el compromiso del gobierno regional de velar por su conservación y fomentar su difusión e investigación. Se hizo en una rueda de prensa celebrada en la sede de la presidencia de la Junta la mañana del miércoles 27 de diciembre de 1995, en la que participó Toni Saavedra, propietaria de la casa donde se encontró el alijo, junto a Juan Carlos Rodríguez Ibarra y el consejero de Cultura y Patrimonio Francisco Muñoz Ramírez. Al finalizar el acto, que hubo que agendar con ciertas prisas y con las dificultades de las fechas navideñas, alguien reparó en que la noticia se publicaría el 28 de diciembre, día de los Santos Inocentes, por lo que titulares de periódicos nacionales como «Descubren la que podría ser segunda edición de ‘El Lazarillo de Tormes’» (El País, 28-12-1995, pág. 31) o «Encontrado un Lazarillo de Tormes de 1554» (Diario 16, 28-12-1995, pág. 26) podrían ser leídos con la prevención del día. ¿Un ejemplar desconocido del Lazarillo hallado emparedado junto a nueve impresos más y un manuscrito del siglo XVI en una vivienda de Barcarrota (Badajoz)? A alguno pudo parecer aquello una inocentada que, por fortuna, resultó ser una noticia tan verdadera como feliz.
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