lunes, 27 de febrero de 2023

La niñez laureada (I)

No he terminado de escribir una nota sobre este libro-edición de Noelia López-Souto, Prodigios infantiles de la Ilustración española. La niñez laureada, de José Iglesias de la Casa (Salamanca, Editorial Delirio. Col. La Bolgia, 17, 2022), que se presenta esta tarde en el Aula Magna de la Facultad de Filología de la Universidad de Salamanca, en un acto que puede seguirse online aquí a las siete; pero no quiero desaprovechar la oportunidad de difundir su presentación por parte de la autora, con la participación de la profesora Paqui Noguerol (USAL) y del editor de Delirio Fabio de la Flor. La primera parte del título es la que se corresponde con el estudio del fenómeno de los niños prodigio en el contexto del interés pedagógico ilustrado o su preocupación por la educación de las niñas y de los niños. La segunda parte es la edición de un poema muy singular de un interesante poeta como el salmantino José Iglesias de la Casa (1748-1791), un texto «en loor» de un niño de tres años y medio protagonista de un hecho asombroso. Esta es la primera edición moderna exenta de un poema que se había publicado en Salamanca en 1785. Quede aquí, por ahora, el anuncio de la presentación de hoy.

martes, 21 de febrero de 2023

Mª Ángeles Pérez López en Letras

O en el Aula «José María Valverde». Pero he cambiado el acostumbrado anuncio de la visita de una nueva autora al aula por la presencia en mi Facultad, por partida doble, de la poeta y profesora Mª Ángeles Pérez López. El jueves 23 por la tarde —19:00 horas— hará una lectura de sus textos en el Instituto de Lenguas Modernas, y, aprovechando que vendrá el viernes 24 al paraninfo de la Facultad de Filosofía y Letras para participar en la sesión matinal del Aula Valverde —12:30 horas—, ha tenido la gentileza de aceptar la invitación que mi departamento le ha hecho para que de una charla sobre «Delmira Agustini entre el mito y el libro», en el Aula 7, en mi clase de «Textos de la Literatura Hispanoamericana» el jueves por la mañana —a las 13:00 horas—; pero abierto para quien quiera, hasta completar aforo. Mª Ángeles es una gran autora, con más de una decena de entregas poéticas que han sido reconocidas con diferentes premios, como el Ciudad de Badajoz (Carnalidad del frío, 2000) o el Premio de la Crítica de Poesía Castellana (por Incendio mineral, 2021); pero también es una brillante estudiosa de la literatura iberoamericana y es muy dilatada su producción científica en este campo desde el Departamento de Literatura Española e Hispanoamericana de la Universidad de Salamanca, en donde leyó su Tesis Doctoral sobre narrativa y modernidad en Vicente Huidobro. Ha escrito sobre Nicanor Parra, sobre Juan Gelman, ha editado a Ernesto Cardenal… Pertenece al grupo de investigación «Escritoras y personajes femeninos en la literatura», en una línea de trabajo en la que ha publicado numerosos estudios sobre autoras como Cristina Peri Rossi, Gioconda Belli, Rosario Ferré, Blanca Varela, entre otros nombres, como Edda Armas y Mª Auxiliadora Álvarez, de Venezuela, cuyo panorama poético también ha analizado Mª Ángeles Pérez López en diversos trabajos panorámicos. Será un privilegio contar con ella en clase para que nos hable de otra gran figura: «Delmira Agustini entre el mito y el libro».

domingo, 19 de febrero de 2023

«—Un billete de cincuenta pesetas, si me pisotea usted, pronto, y fuerte.|Abrí el portamonedas, y mostré el billete, razón soberana. Titubeaba aún. La desvié vivamente, y, ocultándome en lo sombrío del portal, me eché en el suelo, infecto y duro, y aguardé. La prójima, turbada, se encogió de hombros, y se decidió. Sus tacones magullaron mi brazo derecho, sin vigor ni saña.|—Fuerte, fuerte he dicho... | —¡Andá! Si la gusta... Por mí... | Entonces bailó recio sobre mis caderas, sobre mis senos, sobre mis hombros, respetando por instinto la faz, que blanqueaba entre la penumbra. No exhalé un grito. Sólo exclamé sordamente. |—¡La cara, la cara también! |Cerré los ojos... Sentí el tacón, la suela, sobre la boca... Agudo sufrimiento me hizo gemir» (pág. 291). Es Lina en Dulce Dueño (1911), la última novela larga de Emilia Pardo Bazán, y a la que volví hace poco por tener que hacer hace semanas uno de esos incómodos balances de todo lo escrito en un año sobre algo y que hay que recoger en un número de caracteres ridículo —por exiguo—, incluyendo espacios. No me quejo. Cumplí con el encargo como me fue posible. Pero entre lectura y lectura, y entre apunte y apunte —serios, es decir, responsables con el mandado—, tomé notas sobre muchas obras que merecerían comentarios más por extenso. Quizá este sea un buen medio para difundir esas apuntaciones sobre, por ejemplo, nuevas ediciones literarias de nuestros clásicos, como la de esta novela sorprendente, como tantas, de doña Emilia. La de Dulce Dueño, a cargo de Marina Mayoral, se ha publicado el pasado año en la colección Clásicos Castalia, de Castalia Ediciones —«que es un sello propiedad de Edhasa», ¡ay! Es gracias a quien preparó esa edición que supe de su publicación. Tenía la de La Quimera (Letras Hispánicas. Ediciones Cátedra, 2022), también de Marina Mayoral; y fue ella la que me dijo en Madrid que había sacado otra en Castalia de Dulce Dueño, que es la que me acompañó entre mis notas. Fue en la antesala del Ministerio de Cultura y Deporte en la Plaza del Rey de Madrid, cuando acudió como jurado del Premio Nacional de Literatura Dramática en calidad de académica de la Real Academia Gallega. Se sorprendió mucho de que yo la hubiese reconocido con gorro y mascarilla; y a mí no me sorprendió nada que no supiese quién la saludaba. Seguro que todavía no sabe que nos conocimos hace bastantes años. Los dos títulos tienen precedentes en sendas ediciones preparadas también hace tiempo por la misma especialista, y resulta curioso que se hayan hecho desaparecer de estas nuevas ediciones. Marina Mayoral ya editó La Quimera en la misma colección (núm. 336) en 1991. Igualmente, en 1989, en la tercera entrega de la «Biblioteca de Escritoras» de la Editorial Castalia, apareció su edición de Dulce Dueño. Por eso, no acabo de comprender por qué se omiten las referencias a las ediciones anteriores, pues debe prevalecer a un supuesto interés comercial el afán de exhaustividad y rigor en la información de la fortuna póstuma de una novela como esa. Marina Mayoral presentó y presenta muy bien lo que esa novela, Dulce Dueño, quiso proponer, en sus ideales, en su misticismo y menos feminismo, en su gracia; y «hablar de una ‘derrota’ de su feminismo es confundir el tocino con la velocidad», escribe Marina Mayoral (pág. 2). Yo insisto en la forma de una narración, que no es de las mejores de su autora, que arranca en «Escuchad», el título del primer capítulo, y que a partir de «Lina», el segundo, nos lleva sobre la primera persona de la protagonista que proclama «Dulce Dueño» en el capítulo último así titulado, y tan abierto. Hay que tener en cuenta a Santa Catalina de Alejandría que está sobre la Lina de la historia, y hay que ver cómo se muestra la autora, doña Emilia, cuando pone en boca de su personaje lo que ella piensa sobre la vida literaria cuando alude a lo del avispero (pág. 146). Qué lectura tan sugerente. Como para embutirla, con más de dos decenas de publicaciones de interés, en diez mil y pico caracteres. 

miércoles, 1 de febrero de 2023

Sin fines de lucro

También ando estos días con el repaso de apuntes y notas para mis clases en el segundo cuatrimestre que empezaron ayer, último día de enero. Tomo el título de esta entrada del libro de Martha Nussbaum, Sin fines de lucro. Por qué la democracia necesita de las humanidades (Katz Editores, 2010), traducido por María Victoria Rodil, del que supe por La utilidad de lo inútil. Manifiesto, de Nuccio Ordine (Acantilado, 2013). Se me ha ocurrido que ambos títulos serían un buen modo de presentarse en una clase de una Facultad de Letras siempre que el profesor relativice un poco los tonos apocalípticos de ilustres que piensan sobre la educación de hoy. Ya hablaré de ellos; pero a partir de esta semana, como siempre, llevaré otros ejemplos que la actualidad me trae a la mesa todos los días. La literatura es una manifestación artística sublime, una representación de nuestro mundo que nos incluye a todos, con nuestras preocupaciones y nuestras certezas. Por eso, siempre que puedo llevo a clase un reflejo del programa de la asignatura en los medios de costumbre. No tiene mucha ciencia —pero me gusta— mostrar en clase el titular de El País del 9 de enero de 1986, que daba noticia de la muerte de Juan Rulfo con «Juan Rulfo pasa a la literatura con 250 páginas», que me viene muy bien para explicar el «proceso de mitificación» del escritor del que ha hablado quien mejor lo ha editado, el profesor José Carlos González Boixo. Esto pasa en mi asignatura de Textos de la Literatura Hispanoamericana. Pero en Textos de la Literatura Española del Siglo XVIII, con la que inauguro mañana el cuatrimestre, he puesto en los últimos años para empezar un artículo de mi admirado Juan Goytisolo —aquel día mal informado y peor lector— sobre la literatura española de ese tiempo, para intentar rebatir con argumentos basados en las formas y las ideas tanta desafección. En fin, en pocas horas, y durante la placentera costumbre de leer el periódico, encontré en estos días dos textos para llevar a clase que mencionaban la literatura al referirse a un hecho lamentable de palpitante actualidad. La noticia de que el futbolista Dani Alves había sido detenido por la violación de una mujer en una discoteca, y luego que su víctima había renunciado a ningún tipo de indemnización por tal delito, generó y genera un ruido informativo casi inabarcable. Selecciono tan solo la columna («Anatomía de Twitter») de Nuria Labari («Violada pero no indemnizada»), que terminaba aludiendo a la historia de una de las obras que vamos a leer este año, Lucrecia (1763), la tragedia de Nicolás Fernández de Moratín. Escribe Nuria Labari: «Hace 2.500 años, la noble Lucrecia decidió suicidarse después de ser violada en la antigua Roma. Le pareció que solo así conservaría su honor. En 2023, el honor de una mujer violada no se paga con la vida, pero sigue teniendo un precio». Y también la columna de Leila Guerriero —que ya sola daría para una clase de literatura hispanoamericana— «Víctimas puras», que tomaba la misma noticia como fundamento para decir que «Nadie debería sentirse obligado a demostrar pureza moral para tener derecho a tener derecho»; y que aludía al poema «Tú me quieres blanca» de Alfonsina Storni (1892-1938), la escritora argentina cuya biobibliografía bastaría para armar la otra asignatura que estoy preparando sin fines de lucro.