miércoles, 9 de diciembre de 2009

La Regenta



Espero que se note que disfruto en clase leyendo las primeras páginas de La Regenta de Clarín, que vamos a tratar estos días. Esta mañana he subrayado esta presentación del poema de piedra de la torre de la catedral de Vetusta.
"La torre de la catedral, poema romántico de piedra, delicado himno, de dulces líneas de belleza muda y perenne, era obra del siglo diez y seis, aunque antes comenzada, de estilo gótico, pero, cabe decir, moderado por un instinto de prudencia y armonía que modificaba las vulgares exageraciones de esta arquitectura. La vista no se fatigaba contemplando horas y horas aquel índice de piedra que señalaba al cielo; no era una de esas torres cuya aguja se quiebra de sutil, más flacas que esbeltas, amaneradas, como señoritas cursis que aprietan demasiado el corsé; era maciza sin perder nada de su espiritual grandeza, y hasta sus segundos corredores, elegante balaustrada, subía como fuerte castillo, lanzándose desde allí en pirámide de ángulo gracioso, inimitable en sus medidas y proporciones. Como haz de músculos y nervios la piedra enroscándose en la piedra trepaba a la altura, haciendo equilibrios de acróbata en el aire; y como prodigio de juegos malabares, en una punta de caliza se mantenía, cual imantada, una bola grande de bronce dorado, y encima otra más pequeña, y sobre esta una cruz de hierro que acababa en pararrayos."
El narrador, que en las primeras líneas de la novela nos ha tenido pendientes a ras de suelo de migajas de la basura, de sobras de todo y de su rumor estridente en el silencio de una tarde de octubre, nos lleva ahora hacia lo alto, hasta llegar a la cumbre, a la palabra pararrayos. He llamado esta mañana la atención sobre la realidad del modelo. Cuando posé para esta foto, en Oviedo, en septiembre de 2006, pensaba, sin duda, en el comienzo de La Regenta. Perdón por lo exhibicionista; pero es lo más cercano y realista que he encontrado. Lo más auténtico también. A leer.